La industria discográfica y su guerra contra el tiempo

A veces parece que la industria discográfica y los usuarios que descargan contenidos de la red juegan al juego del gato y el ratón de manera interminable. Siempre he pensado que esto es así porque la industria se resiste a aceptar que ha perdido una batalla ganada por el propio tiempo. Estamos más que acostumbrados a leer las embestidas que una y otra vez realizan quienes se benefician de la industria discográfica y cinematográfica a los que en teoría hacen tambalearse su modelo de negocio, a saber, usuarios que descargan de internet, top manta, o incluso nuevas plataformas de negocio a través de la red (caso del cine por ejemplo). Y no es menos cierto que existe una honda problemática, pues en los últimos años ha habido un descenso en el consumo de productos de estas industrias, lo que ha provocado que lobbys actúen presionando a las esferas públicas con el fin de producir cambios legislativos que sirvan a sus intereses económicos.

Aviso del cierre de Megaupload por el gobierno estadounidense

Aviso del cierre de Megaupload por el gobierno estadounidense

Como es lógico muchos estudios han abordado esta cuestión desde distintas perspectivas y los resultados han apuntado a diferentes causas y tendencias. Como señalaba, desde la industria se ha atacado constantemente a internet y su creciente uso como factor causal, sin embargo el argumento esgrimido ha sido basado en datos agregados que no contemplan otros factores, simplemente que el consumo de bienes de la industria ha bajado y que las descargas de contenidos culturales de la red ha aumentado. Para arrojar luz sobre este tema, Manuel Herrera-Usagre publicaba a finales de 2012 un lúcido artículo en Papers, la revista sociológica editada por la Universidad Autónoma de Barcelona, bajo el nombre de «El impacto del intercambio de música sobre la compra de discos y la asistencia a conciertos. El caso de España». En este trabajo se toma la «Encuesta de hábitos y prácticas culturales» (SGAE, Ministerio de Cultura, 2007) y se aplican técnicas multivariables para entender el perfil de los consumidores de productos musicales (no solo discos) y comprender los efectos de las nuevas tendencias en el consumo.

Antes de atender a los reveladores resultados de este artículo, Herrera-Usagre explica convenientemente los cambios que se han producido en este sector que han dado lugar a la actual problemática. Es necesario entender que la industria discográfica en su modelo tradicional de negocio ha conseguido sus beneficios económicos de la reproducción de las copias en formato físico, dado que no existía otra manera de poseer dicho contenido, en otras palabras, el dinero que producía para la industria la música venía de la reproducción del soporte (muy barato en coste económico), ya que el propio contenido en sí no poseía valor económico. El cambio crucial llega con la posibilidad de romper el hasta entonces binomio inquebrantable de contenido-soporte, posibilidad que ponían las nuevas tecnologías al alcance de nuestra mano. Este el el núcleo central del problema: La capacidad de compartir información sin beneficio directo para la industria musical, lo que supone una clara amenaza para el funcionamiento clásico de dicha industria.

Vinilos

Discos de vinilo

Aquí es donde entran las redes P2P (peer-to-peer), tales como Napster en su día o Emule. Estos canales posibilitan el intercambio de contenidos entre usuarios sin que eso signifique una retribución económica directa para industria o creadores. En este punto es donde surge el gran problema que nos ocupa, donde las asociaciones y lobbys de las industrias alzan el hacha de guerra. Es cierto que estas nuevas posibilidades hacen tambalearse la lógica de la industria concebida como hasta entonces, pero es necesario plantearse el cambio que sufre el beneficio, que pasar de ser económico referido al soporte, a ser un beneficio directo para el creador en tanto las posibilidades de difusión son extremadamente mayores. El cambio ciertamente es profundo, es de mentalidad y de lógica, de concebir el beneficio como algo más allá de la retribución económica directa, de dejar de pensar en el valor del soporte para empezar a pensar en el valor del contenido, y de concebir nuevas estrategias económicas adaptadas al nuevo modelo.

Interfaz de Utorrent (P2P)

Interfaz de Utorrent (P2P)

Por otra parte tenemos que dejar claro que la industria discográfica no queda herida de muerte como veremos en los resultados de este trabajo, simplemente queda reducida a un público mayoritariamente melómano y coleccionsta, que es en realidad el consumidor fijo de discos. Para entender esto, Herrera-Usagre utiliza los conceptos de «perspectiva de la sustitución utilitarista» (PSU) y de «perspectiva de la complementariedad del consumo» (PCC). En la primera teoría el nuevo marco de consumo cultural sustituye al antiguo modelo, sin embargo en la segunda perspectiva se defiende la convivencia de ambos modos de consumo. Esta visión complementaria es la que se deduce del análisis multivariable del artículo al que hago referencia y la que personalmente defiendo.

Como acertadamente se indica en el artículo de Herrera-Usagre es absurdo reducir el consumo musical exclusivamente a la compra de material audiovisual, es necesario introducir la variable de asistencia a conciertos para comprender los efectos de las nuevas tendencias del consumo. El cambio de lógica del beneficio que comentaba anteriormente considero que tiene una importante incidencia en este aspecto, pues el acceso de pequeños artistas a la difusión global y gratuita de sus contenidos incrementa sus posibilidades de llegada al público, que retribuye a los creadores de manera mucho más directa en la asistencia a sus conciertos. Aquí conviene sacar a colación datos que apuntan que desde 2001 a 2008 en España el porcentaje de espectadores a conciertos creció un 51% y la recaudación de los mismos un 116% (Fundación Autor-SGAE y Ministerio de Cultura, 2009).

Concierto de Steel Horse (Foto: Elisabeth OV)

Concierto de Steel Horse (Foto: Elisabeth OV)

Con los resultados multivariables en la mano comprobamos como la asistencia a conciertos crece a medida que se consume más música (comprada o descargada), a su vez estos espectáculos en directo repercuten de manera positiva en la compra de de música. De esto podemos deducir que la posibilidad de pequeños creadores de difundir libremente sus contenidos facilita la asistencia a sus conciertos y por tanto a la venta de su material audiovisual. Al mismo tiempo, encontramos que los usuarios que más música descargan de internet son los que más la consumen en soportes físicos, y aunque la relación descarga-compra esté muy descompensada tiene un crecimiento directo, es decir, mientras más material se intercambia en la red más discos se compran. Se presentan varias conclusiones más pero que siguen apuntando en la misma dirección: El consumo de música, tanto en su modelo tradicional como en sus nuevas posibilidades, es una práctica mayoritariamente de un público melómano, que descarga mucho, consume mucho material en soportes físicos, y acude con regularidad a conciertos.

Representación gráfica del número de CDs comprados en comparación con el número de discos descargados y/o intercambiados

Representación gráfica del número de CDs comprados en comparación con el número de discos descargados (Gráfica: Papers)

Desde luego esta no es una conclusión sorprendente para quienes estamos metidos en el mundo de la música de manera concienzuda. Las descargas de internet funcionan como un filtro de consumo tradicional, como una vía de acceso de posibilidades megalíticas a contenidos culturales. Las redes P2P y las plataformas a través de las nuevas tecnologías ofrecen al usuario la capacidad de tener al alcance de la mano el trabajo de creadores de todo el mundo (de lo que se benefician los pequeños artistas), para poder seleccionar con mayor criterio los contenidos que se van a adquirir en formato físico o los conciertos a los que se va a asistir.

Dicho esto también hay que tener presente que la industria discográfica ha sufrido un decrecimiento, pues el perfil descrito representa a un sector poblacional pequeño. Esta tendencia a la baja de la industria está posiblemente producida porque las redes P2P ofrecen a un público no especialmente melómano ni consumidor de música (pero amplio a nivel poblacional) la posibilidad de no pagar un alto precio por un soporte físico en el que no están interesados. Es ahí donde ha sufrido el cambio de modelo la industria discográfica, en los productos comerciales que no se dirigen al público melómano, de hecho los creadores de estos suelen ser los que participan en los lobbys y asociaciones que piden regulación de las descargas.

Creadores a favor de la regulación de las descargas

Creadores a favor de la regulación de las descargas

Entendiendo esta problemática, la culpable del decrecimiento es la propia industria por negarse a adaptar su modelo de negocio al nuevo escenario tecnológico, centrándose en otros posibles productores de beneficios que no sean el propio soporte físico, como por ejemplo la publicidad en plataformas webs. Espacios como Bandcamp (cada vez más en auge), o el reciente MEGA del polémico Kim Dotcom son un buen ejemplo de que hay muchas maneras de conseguir retribución económica aplicando las nuevas tecnologías a la difusión de contenidos culturales.

Bandcamp del grupo catalán Graveyard

Bandcamp del grupo catalán Graveyard

Antes de acabar me gustaría volver a un apunte realizado varios párrafos más arriba. Todo este debate va más allá de un mero cambio de soporte, estamos hablando de que en un nuevo modelo la importancia del consumo recae en el contenido y no en el contenedor. Valorar el producto cultural como tal es revolucionario, significa comenzar a creer puramente en la música, lo que a fin de cuentas y vistos los resultados del estudio sería mucho más satisfactorio económicamente hablando para la industria, pues es el público melómano el que sigue consumiendo los soportes físicos. Pero claro, estaríamos hablando de un amplio sector poblacional interesado en la música y en la cultura, lo que me temo que aun nos queda demasiado lejos y probablemente sea perjudicial para la industria de la música tal y como está concebida.